¡Un caluroso
saludo a todos en estos días de fiesta! Espero que todos hayan disfrutado una Nochebuena y una Navidad hermosas, llenas de cariño y amor junto a sus seres queridos. Les deseo anticipadamente un próspero año nuevo.
Antes de
empezar a desarrollar esta nueva entrada, la cual surge cual cometa perdido,
quiero disculparme con todos por haber abandonado mi blog durante tanto tiempo
(casi seis meses). Podrá no parecer la mejor excusa, mas confieso que la
universidad me tuvo muy, muy pero muuuy ocupada a lo largo del segundo semestre
del año, y no hace más de dos semana que salí a vacaciones. Realmente no me
pude dedicar a la poesía durante ese tiempo, situación que me entristeció
bastante, pues a pesar de que la ciencia enriquece la mente, no es nada si no
existe el arte en los albores del alma.
Esta vez,
quiero compartirles un poema en el cual quise retratar el juego de poderes que
se desarrolla en una relación, poderes que sofocan y que sin embargo
deleitan, haciéndonos abandonar todo para demostrar absoluta
devoción. Aclaro que este poema salió netamente de mi imaginario y no de alguna
experiencia pasada. No obstante, una vez realizado, no pude evitar notar una
pizca de influencia histórica, tal vez religiosa o hasta literaria. Por esa
razón escogí la pintura "Samsón y Delilah" de José Echenagusía para
acompañar mi poema. La obra me encanta y me parece sensato compartirla con todo
aquel que no la conozca.
Sansón fue uno
de los últimos jueces de Israel. Dicho hombre nació en tiempos en los que los
israelitas se encontraban oprimidos por los filisteos, ya que Yavéh,
contrariado, los había entregado por su idolatría. Su destino, tal como un
ángel había profetizado al momento de su nacimiento, era convertirse en el liberador
de los israelíes gracias a la divina fuerza que poseía.
A lo largo de
su vida, Sansón asesinó con su fuerza brutal a miles de filisteos y tuvo
consigo a numerosas mujeres, entre ella Delilah o Dalila. Ella era una mujer
filistea, muy amada por Sansón. Pese a esto, se dejó sobornar por sus
compatriotas, quienes le prometieron monedas de plata a cambio del
secreto que guardaba el juez para conservar su increíble fuerza. Tras
muchos intentos, él le devela que sus dones desaparecerían si su cabello fuese cortado.
Delilah comunica dicha información a los filisteos y un sirviente corta las
trenzas de Sansón. Inmediatamente es capturado por lo filisteos, quienes le
sacan los ojos y lo llevan a Gaza como esclavo. Con el paso del tiempo, a
Sansón le vuelve a crecer su cabellera y pidiendole ayuda a Yavéh para
recuperar su don, ocasiona el derrumbamiento de un templo filisteo, matando más
enemigos en este simple acto que en toda su existiencia. El héroe también muere
bajo el peso de las columnas.
Claramente, Sansón
fue hombre poderoso y aún así, en un momento de su vida disputó su potestad
con una de sus amadas. Echenagusía trasmite eso, mostrándonos ese hombre cuya
sola presencia exhuma poderío, y que sin embargo está rendido ante Delilah,
quien parece escuchar atentamente los secretos que llevaran al juez a la
perdición. La obra triunfa en todos los aspectos, en el manejo del color y las
luces, en la encarnación de la intimidad y la sensualidad. Bajo los dos, está
el cadáver del león que Sansón derrotó con sus dos manos cuando se dirigía a
pedir la mano de su primera esposa.
Potestades
Samsón y Delilah de José Echenagusía
A veces no puedo oírle.
Su fragancia devasta mi más cara
entereza,
es como un sismo que quiebra las
entrañas terrestres
o como el vino rojo que repta y
rasguña en las venas.
La brisa impaciente abate mis
flancos,
trayendo consigo un olor
imperioso de cálido incienso,
de mágica mirra, de endulzados
alientos;
inspirando temores de un pasado
sellado.
Y él está ahí, erguido en su
trono bajo el resplandor del sol bermejo,
y mi sangre late acompasada como
un himno dorado de místicas rimas.
Es el rey de las dunas, de los
astros en fuego,
un león hecho hombre, un semidios
hecho verso.
Por eso trato de hallar la manera
de anclarme a sus costas,
de esculpir tal diamante,
demasiado renuente;
desamparada en la tempestad de su
presencia y su aurora,
me sepulta el recuerdo de las
noches perennes.
Pero él tiene la seguridad de la
bestia sobre la presa dolida,
el oro, el festín, la magia, la
historia,
un tiovivo de amores, de triunfos
altísimos,
una verdad encarnada y la
hermosísima moira.
Y yo, una gema plateada de su
tesoro magnánimo,
un querubín desalado de su cámara
oscura,
busco el destello invaluable de
sus ojos alados,
para leer en su alma, en esa
hondura profunda.
Así tal vez, bajo su piel de
bronce bruñido,
bajo su cráneo de cazador innato
y de excelso guerrero,
bajo sus sedas y túnicas de
fantásticos hilos
y bajo sus cincelados labios de
canto certero;
encuentre la clave, la llave
edénica,
para entrar en mi rey, dominar
sus dominios,
liderar sus plegarias y oraciones
nocturnas
y ser la corona en su frente y su
trono esculpido.
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Lorena Figueroa Buitrago
Cierro esta entrada compartiendo el tema "No Rest For The Wicked" (que traduce no hay descanso para los débiles) de la cantautora sueca Lykke Li. Abrazos.