Un amable saludo para todos mis
lectores en esta templada tarde de Agosto. Este espacio poético que les
comparto el día de hoy llega con unos cuanto días de retraso, no obstante,
quiero reafirmar mi compromiso con este proyecto que emprendí el mes pasado. Había
estado empeñada en terminar un poema que ocupaba todo cuanto mi imaginación y
creatividad eran capaces de concebir, por lo cual no me había sentido preparada
para redactar esta nueva entrada. Pero ahora que mi creación está culminada y
solo le faltan unos cuantos retoques, me siento totalmente liberada para volver
a mi blog y hacer otro homenaje al arte.
En esta ocasión, he decido versar
sobre la música y la catarsis que es capaz de producir. No importa la época, la
música es inherente al hombre y es un alimento para su alma, es una herramienta
sublime y sincera para trasmitir sentimientos y mensajes, es sagrada, bendita y
es una maravillosa transformadora del pensamiento, el entorno y el temple del
hombre y la mujer. No importa el ritmo, el género o el contenido, creo que
todas las personas aman la música y en cierto modo la necesitan para vivir,
para desligarse del vacío son de los quehaceres rutinarios. La música hace al
hombre y está dentro de él (y me refiero a música verdadera, no a esos retazos
de sonidos unidos de mala manera que hoy en día trasmiten mensajes denigrantes
que ensombrecen los logros y el intelecto del hombre). Con la música las
personas se inspiran, se enamoran, se alivian, se alucinan, hallan consuelo,
crean, luchan, protestan, ensalzan, loan, reprochan y, en suma, hacen poesía.
Música
El canto de los Ángeles de
William Bouguereau
Cien años de legados resumidos en las cuerdas,
la musas aturdidas se sumergen en catarsis
llorando melodiosas con locura deslumbrante
las penas transferidas en los sueños enredados.
En la cúpula el firmamento está muy tácito,
las telarañas cristalinas refractan el ingenio,
fundiendo voces prodigiosas en perlas y amatistas
para formar bucólicos poemas de tristes manantiales.
Danza Baco con sus ninfas derramando vino en los
violines,
el concierto ha restallado con frenesí acalorado.
¡Ay! la santa infamia espía los atriles
y las pianolas juegan con el sentir de amores
sacros.
Girando, girando al compás de las estrofas,
esgrime la sonata la nocturna fantasía
y junto a versos corriendo como serpientes
retorcidas
despiertan los amores hace mucho marchitados.
Vamos, infectos los oídos,
hoy se expandirá cual cáncer el dolor o el regocijo,
los cantos elevados desplazan al ser mismo
y nos esclavizan en la categórica alegoría del
encanto.
¡Esta es la muerte de la razón!
¡Fría dama de cuadrados paroxismos!
El arte se entrona con el blanco inmaculado
gritando con furia a los vientos avivados:
“¡Música, doncella altiva y magna!
¡Limpia el racional aliento de fatales algoritmos
y haznos concertistas de tu séquito aclamado!”
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Lorena Figueroa Buitrago
Finalmente me despido con este increíble y deslumbrante concierto del gran Antonio Vivaldi, Concerto in G Major Alla Rustica.